Cada diamante es único, dos diamantes nunca tendrán las mismas características o inclusiones (particularidades internas de la piedra durante su cristalización).
Como cada diamante es diferente, es difícil identificarlos correctamente. Normalmente, los diamantes deben someterse a una certificación, se identifican, se cuentan sus inclusiones, se determina el color de la piedra... Esta certificación suele ser realizada por laboratorios independientes como el GIA (Gemmological Institute of America).
Una vez realizada la certificación, el diamante está identificado. La piedra entonces viene acompañada de un papel que probará su autenticidad. En realidad, es la tarjeta de identidad del diamante, pero lo llamamos un certificado. Todos los diamantes certificados reciben un número de certificación.
Antes del grabado láser, solo el certificado de papel permitía identificar rápidamente el diamante. Sin embargo, todavía era necesario verificar con una lupa lo que decía el certificado sobre el diamante para no confundir la piedra.
Con la llegada de esta tecnología avanzada, podemos saber directamente si se trata del diamante correcto. De hecho, la mayoría de los diamantes certificados están grabados con láser hoy en día.
Esta inscripción permite de manera simple y rápida identificar el diamante en cuestión en su ciclo de vida: durante la creación de un nuevo engaste o, por ejemplo, tener la certeza de que el diamante en cuestión es el que corresponde al certificado.